martes, 28 de febrero de 2012

ITINERARIO DESDE LOS DELIRIOS DEL INCESTO

Pasado compuesto
François – Marie Banier
Posfacio de Louis Aragon
Traducción de Luis Blat
Editorial Libros del Silencio, Barcelona 2010, 149 páxinas.

   Con la edición en español de Le passé composé por Libros del Silencio se confirma la querencia de algunas casas editoriales a recurrir a textos narrativos de una cierta antigüedad, pero que, a pesar de los años transcurridos, siguen conservando las esencias y el marchamo de una indudable y apasionada actualidad. Porque, a pesar de los cuarenta transcurridos, Pasado compuesto no es una novela que ni en el fondo ni en la forma sabe a viejo. Su argumento explora temas universales e intemporales, los mismos que hace milenios desarrolló la tragedia griega: la pasión incestuosa y el laberinto de delirios y tormentas que de ella se desprenden.
   El autor de Pasado compuesto, François – Marie Banier es actualmente un reputado narrador, dramaturgo y fotógrafo conocido en todo el mundo. Fue en su día actor secundario y fetiche del cineasta Erich Rhomer. A una de sus películas corresponde la ilustración de la portada.
   François – Marie Banier escribió esta su segunda incursión en la narrativa en 1971, con tan solo veinte y tres años. Y lo hizo con tal destreza que ciertamente el lector estará de acuerdo con que la novela le hace justicia a la valoración de Louis Aragon: “Cuenta historias como nadie y será algún día, si escribe como habla, el pintor más cruel y más alegre de su tiempo” (Posfacio, página 139).
   Pasado compuesto tematiza la historia de una pasión incestuosa entre dos hermanos y la obsesión llevada hasta el extremo que generan sus cenizas. Ni “la voz de la sangre” ni el “horror fisiológico” ni la “repugnancia psicológica” fueron capaz de reducir, como explicaría Lévi – Strauss, la excitabilidad erótica de dos hermanos que habían crecido a la par: Cécile y Olivier. Ella, todo cabeza; él, sentimientos. En un mes de junio viajan a la Bretaña francesa y allí ella lo seduce, sin escrúpulos, con gracia y delicadeza. Acompañados únicamente por el mar. El referente masculino, devorado por el amor de la hermana.  Mas pronto se precipita el drama: el incesto y el miedo a perder el amor de Cécile empujan a Olivier al suicidio. Se dejará engullir por las olas del mar hundiendo a la hermana en una completa alienación. Pronto, sin embargo, aparece François, un joven guapo, astuto y sagaz y Cécile recrea en él la figura del hermano. A partir de aquí la fría omnisciencia del narrador conduce al lector a través de una huida hacia delante de la protagonista femenina que no deja de acumular ruinas. Atada al engranaje del pasado, la relación entre ambos es una condena anunciada a la indiferencia, al desarraigo amoroso, al desquicio mental. Es el círculo infernal del que jamás podrá escapar. Al final, el golpe de gong de la paranoia.
François-Marie Banier
   François – Marie Banier supo diseccionar con inusitada maestría los eslabones de esta tragedia. Y lo hizo con un estilo minimalista. Frases cortas, concisas, punzantes; escasez de personajes que deambulan por el universo cerrado de una burguesía en descomposición, que el autor retrata con gran riqueza de matices psicológicos. Una estructura lineal en la que un narrador omnisciente  maneja con astucia las fichas de un juego convertido en drama y cuya tensión, pese a intuirse el desenlace desde el inicio, medra página tras página. Esta es la frescura de un texto que, cuarenta años más tarde, sigue teniendo ese sabor incomparable de un licor que ya no se fabrica, como escribió Louis Aragon.
Francisco Martínez Bouzas

lunes, 27 de febrero de 2012

"POLÍTICA DEL REBELDE", UNA CARTOGRAFÍA UNIVERSAL DE LA MISERIA

Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión
Michel Onfray
Editorial Anagrama, Barcelona 2011, 327 páginas.

  
  Michel Onfray es sin duda el último representante del Mayo del 68, pero no sólo de palabra, con su discurso teórico, sino también de hecho. Su propia experiencia vital es una plasmación práctica de su ideario político. Doctor en filosofía y profesor de esta materia en un liceo francés durante casi una veintena de años, dimite de su puesto porque la experiencia docente le hizo darse cuenta, como a tantos otros, de que los sistemas educativos enseñan la historia oficial de la filosofía, pero no a filosofar. En la tradición de las Universidades Populares, crea la Universidad Popular de Caen y escribe su Antimanual de Filosofía en el que invita a sus alumnos a pensar de forma distinta a como el Estado quiere que piensen y en el que hace ver que es imposible el pensamiento filosófico si no se cuenta con las herramientas adecuadas: el psicoanálisis, la sociología  y las ciencias. Su pensamiento entronca con los filósofos cínicos, con los epicúreos y cirenaicos y se mueve así mismo en una línea ideológica próxima al individualismo anarquista, con una radical defensa del hedonismo, encaminado a permitir el disfrute pleno de la existencia  (“Gozar y hacer gozar” es su máxima), la recuperación de las experiencias sensitivas y un ateismo no cristiano sin concesiones. Autor de numerosos escritos, su Tratado de ateología, que vendió miles de ejemplares, desencadenó en Francia una gran polémica.
   Este es el contexto autorial que puede ser útil para que los profanos puedan entender el vigor de un texto en el que Michel Onfray expone con gran radicalidad y con un leguaje sumamente elocuente, incendiario podríamos decir, un ideario político engarzado en el nietzscheanismo de izquierda, con referentes como Foucault, Deleuze, Derrida o Bourdieu. Lo deja bien claro el autor en el anexo de este libro: “El conjunto de mi trabajo, incluido este libro, responde a mi deseo de elaborar una filosofía hedonista, libertina y libertaria que permita la formulación de un nietzscheanismo de izquierda para nuestra época, posterior a la muerte de Dios” (página 299). Mas ya desde las primeras líneas, nos quiere hacer conscientes de la fibra anarquista que inundó su ser desde su más temprana juventud, pese a no ser capaz de nombrar esta sensibilidad que le surgía de las vísceras y del alma. Pero Onfray transciende muy pronto la propia experiencia personal en un orfelinato religioso, aunque en sus análisis y diagnósticos, parte siempre de la praxis del individuo concreto, situado en las distintas parcelas de la gran masa que conforma el animal social, el gran Leviatán. Así ocurre en el capítulo (“Cartografía infernal de la miseria”) en el que, siguiendo las pautas del Infierno de Dante, describe el averno que algunos viven en la tierra. Este infierno, en el que se pudren los que alimentan la máquina social o los de ella excluidos, y que no es un hipotético Hades, sino las calles y ciudades de Francia, se distribuye en tres círculos concéntricos: el de los marginados o deyecciones del gran animal, personas reducidas a la animalidad; el de los réprobos (viejos, locos, enfermos, parados, emigrantes clandestinos). Ellos constituyen la patología del cuerpo social. Y en la tercera  esfera, se asientan los explotados, la fuerza que alimenta las energías del gran animal. Seres entregados al trabajo, los explotados a los que, en nombre de la religión económica, el gran Leviatán emplea o desemplea a su capricho y de cuya sangre y sudor se nutre. Son la turba multa de los proletarios del mundo que se siguen viendo obligados  a alquilar su fuerza de trabajo y cuyo número no ha menguado, sino que la pauperización lo ha hecho multiplicar.
    Una vez trazada  la cartografía de los infiernos de las miserias contemporáneas, Michel Onfray propone su revolución copernicana y busca la dinamita que reviente desde dentro  este orden establecido que conforma el gran animal social. Y la halla en la “figura nueva”, en el “Mayo del 68”: acabar su obra, lo que aún está por realizar. El Pensamiento del 68: instalarse en los mismos territorios nómadas en los que lo hizo Foucault, respirar el aire de las cimas de Deleuze y Guattari.
   En sus propuestas se encuentran las armas para derribar el orden establecido, instaurar la política como centro de la vida social, desterrando el monoteísmo de lo económico para que el gobierno de la polis deje de estar a su servicio. Deleuze y Foucault formulan una teoría válida como nueva episteme que cartografía otra realidad, en la que la vida y el principio del placer no son negados  ni menospreciados. En el pensamiento foucaultiano  hallamos así mismo las fortalezas que es preciso atacar: los grandes mecanismos de reproducción y de conservación social; las instituciones y las instancias a través de las cuales los saberes constituidos, se enseñan, se exaltan, se honran (página 187).
   Onfray, además de su propuesta de utilización del Pensamiento del 68, no renuncia a combatir al poder, lección heredada así mismo del Mayo del 68. “Siempre que la energía rebelde se transfigura en violencia constitutiva de la realidad, lo libertario puede ponerse manos a la obra” (página 192). Es preciso y legítimo pues soñar con el devenir revolucionario de los individuos, única ética concebible para un libertario en el cambio del milenio y no eludir el hedonismo que acabará con las estrategias de la servidumbre. Negarse, por consiguiente, a servir, como ya escribió el mismo La Boétie, para derrotar al gran Leviatán.
   Seguramente que en esta llamada a la rebeldía y en la legitimación de cierta violencia selectiva, reside la parte más polémica del ensayo de Michel Onfray, que concluye invocando una lógica hedonista cuyo imperativo categórico es gozar y hacer gozar. Esa lógica constituye la genealogía de la política y representa la modalidad de una ética alternativa a la del ideal ascético, sostén mítico y mágico del inmenso animal social que coloniza mentes y cuerpos.
   Política del rebelde es un lúcido y enérgico análisis de la realidad, escrito con un tono a veces arrebatado e incendiario que nos incita a no aceptar lo dado,  a rechazar la esclavitud, apelando a la ludditas, herencia, desde Espartaco, de todos los esclavos y sometidos que se han rebelado y han luchado por su libertad y por su dignidad. Un manifiesto y quizás un panfleto moderno, rigurosamente anclado en un profundo dominio de la filosofía, tanto antigua como actual, y en una interpretación, quizás no canónica, pero válida de teorías e ideas. Y por supuesto en un meticuloso, descarnado y sagaz análisis de la realidad.

Francisco Martínez Bouzas
Michel Onfray
                                          

domingo, 26 de febrero de 2012

"LOS NÁUFRAGOS DEL BATAVIA", EL NAUFRAGIO ÉTICO DELA CONDICIÓN HUMANA

Los náufragos del “Batavia”. Anatomía de una masacre
Simon Leys
Traducción de José Ramón Monreal
Acantilado, Barcelona, 2011, 86 páginas.


La cita de Edmund Burque que abre el libro (“Para que triunfe el mal sólo hace falta que la buena gente no reaccione”) y la que lo cierra, un verso de Ifigenia en Táuride, (“El mar lava todos los crímenes”) sirven de perfecta marcación para situar la substancia narrativa de esta pequeña pieza literaria, que bascula entre la ficción-reportaje de aventuras marinas y la más espeluznante narrativa de terror. Un libro que, según el conocido prefacio de Joseph Conrad, uno de los clásicos del género (The Niger of Narcissus), apela a nuestra capacidad para el deleite, para la admiración, para la intuición del misterio que rodea la vida, pero es así mismo capaz de suscitar emociones primitivas como el miedo, la angustia, producidas por elementos amenazantes de la realidad, en este caso de la realidad humana: crímenes, locuras, situaciones límite…)
Es un libro de aventuras porque Simon Leys nos sumerge de lleno en ese periplo de miles de millas que pretendió efectuar  el Batavia, un gigantesco navío, orgullo de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, durante ocho meses desde la rada de Texel  hasta la Isla de Java, en la antigua Insulindia. El autor nos informa de los riesgos y dificultades de la navegación en el siglo XVII, de las condiciones de hacinamiento de la tripulación y viajeros (hombres, mujeres y niños), de la falta de salubridad y finalmente del choque contra un arrecife en las inmediaciones de la Terra Australis Incognita. El Batavia se hundió, en efecto, en 1629 al estrellarse contra los arrecifes de los Houtman Abrolhos, un grupo de islotes coralinos situados a unos ochenta kilómetros mar adentro del continente australiano.
Y es a partir de este desgraciado naufragio, el más sonado y mítico hasta que se produjo el del Titanic, cuando el lector presencia otro naufragio: el naufragio ético de la condición humana, que Simon Leys disecciona con el escalpelo de su pluma. Los cerca de trescientos supervivientes consiguieron refugiarse en cuatro islotes, pero muy pronto cayeron bajo la férula de uno de ellos, el sobrecargo ayudante Cornelisz, ex boticario psicópata que, con la ayuda de un puñado de adictos a los que había logrado seducir, organizó el reino del terror.
El libro de Simon Leys disecciona de forma muy efectiva esa masacre. El mismo autor reconoce que la sobria historia de los pavorosos hechos parece haber sido escrita por un guionista de Hollywood. Mas todo fue real: los asesinatos monstruosos, la violación colectiva de las mujeres que habían sobrevivido, los mismos supervivientes obligados a matarse entre si…Todo dirigido por una lógica inclemente dirigida a la reducción demográfica y al control absoluto de personas y de voluntades.
El estremecimiento surge en el lector casi como un acto reflejo al comprobar como la infamia humana puede traspasar todos los límites, especialmente cuando la arbitrariedad se disfraza de manera eficaz con las vestimentas del terror.
Simon Leys explora así mismo las pistas ambiguas que pueden explicar la inclinación criminal de este psicópata sanguinario. Cornelisz tuvo como guía al pintor Jan  Torrentius, un personaje de moralidad escandalosa para la época, y su pertenencia a la secta anabaptista que, a la par que adoptó una expresión austera y mística, engendró igualmente tendencias esotéricas, violentas y orgiásticas, haciendo tabula rasa de la conciencia del bien y del mal. (“Es curioso observar, de paso, que son precisamente gentes que no creen en el Infierno las que parecen a veces más inclinadas a producir replicas bastante fieles de él en este mundo”, páginas 67-68).
Narrativa breve basada en hechos reales, escrita con un lenguaje directo, desarrollada con claridad y a la vez con concisión y brevedad que el autor justifica en un texto introductorio, “El libro que nunca existió”. Leys relata únicamente lo necesario, remitiendo al lector a la obra de Mike Dash, Batavia’s Graveyad.
Concluyo el comentario recuperando la idea de las citas iniciales, tan oportunas para comprender que  lo que aconteció después del naufragio del Batavia, que los regímenes del terror y del asesinato masivo no fueron patrimonio exclusivo del psicópata del Batavia y de sus acólitos ni de los verdugos de Auschwitz. Ese loco furor homicida sigue hoy vigente en la faz de nuestro planeta. La buena gente no reacciona. Y así mismo  seguimos sumidos en la opacidad de las conciencias ante la costumbre y el paso del tiempo. Al fin y al cabo, desgraciadamente, el mar acaba lavando todos los crímenes del hombre.

Francisco Martínez Bouzas

Simon Leys

Fragmentos

“En la noche del 3 al 4 de junio de 1629, empujado por una buena brisa, el Batavia hacia la ruta a la luz de la luna, a toda vela. Durante la segunda guardia nocturna, el hombre de vigía creyó percibir, todo recto delante del navío, una blancura en lontananza, como si el mar rompiera contra un bajío. Dio aviso al patrón que se encontraba en el castillo de popa, pero éste, estimando que no se trataba más que de un reflejo de la luna sobre el agua, mantuvo al navío en su rumbo. Se sentía perfectamente seguro: la víspera sin ir más lejos, su última estimación había situado al navío ¡a seiscientas millas de la costa más próxima! En realidad, en ese preciso momento, no estaban más que a cuarenta millas de Australia, y se encontraban exactamente en medio de un vasto y peligroso campo sembrado de arrecifes y de islotes coralinos, el archipiélago de los Abrolhos… Un instante más tarde, se produjo un impacto formidable  acompañado de unos chirridos espantosos: llevado por su peso y su impulso, el Batavia acababa de quedar completamente inmovilizado, literalmente empalado sobre una cresta invisible de coral”
…..
“Cornelisz -que había adoptado ahora el título de capitán general- y sus acólitos formaban una casta de señores: ocupaban las mejores tiendas, disponían a su capricho de las mujeres a las que su juventud había permitido sobrevivir; se pavoneaban en uniformes de fantasía, trajes con galones y cintas, se bebían los vinos del Batavia y circulaban por el islote equipados con espadas, hachas, cuchillos y macanas; cualquiera que llamase de alguna manera su atención se veía de inmediato intimado a probar su lealtad y su sumisión al capitán general: se le designaba al punto una víctima a la que acogotar, estrangular, ahogar o apuñalar, y si dudaba e hacerlo, era el mismo quien sufría idéntico trato.
De este modo todo el mundo acabó por estar implicado en aquella masacre permanente. Al final, ¿quién era cómplice y quién víctima? El propósito de Cornelisz era borrar toda línea de demarcación clara entre aquellos dos estados, pues era sobre esta misma confusión sobre la que se asentaba su poder. Los juramentos de fidelidad que todos habían prestado (y que tuvieron que renovar varias veces) consagraban ya una especie de participación colectiva en el asesinato. En cuanto a los que aceptaban desempeñar un papel activo y personal en los asesinatos, la mayor parte mataban simplemente por miedo a que les mataran a ellos; pero algunos le tomaron finalmente gusto; así, uno de ellos en particular, un adolescente enclenque, lloraba y pataleaba para que le dejasen de una vez degollar a alguien -tarea para la que su debilidad física le hacía relativamente inadecuado-y el entusiasmo sanguinario que demostraba acabó incluso por asquear a sus superiores.”

(Simon Leys, Los náufragos del “Batavia”, páginas 38-39, 56-57)

viernes, 24 de febrero de 2012

"VUELVO DE SIBERIA ESTA TARDE":LA POESÍA EXISTENCIAL DE CECILIA PALMA


Vuelvo de Siberia esta tarde
Cecilia Palma
Ediciones el Juglar, Maryland (EE.UU),  2011, 67 paginas.

Hay poetas cuya obra es reconocible como una obra de pensamiento, el lugar de la lengua donde se ejerce una proposición sobre el ser y sobre el tiempo. Lo afirma el filósofo francés Alain Badiou, que reconoce esa vieja historia de rivalidades entre el poeta y el filósofo que ya había detectado Platón. Piensa Alain Badiou que existe un momento en la historia de la filosofía en la que el pensamiento se halla suturado a la poesía. Es “la edad de los poetas”, un período, arrastrado desde el siglo XIX, en el que la filosofía desertó de su papel y ciertos poetas ocuparon el lugar de los “amantes de la sabiduría”, que los filósofos habían dejado vacío, convirtiéndose con sus poemas no solo en pensamiento, sino en “pensamiento del pensamiento”. Como muestras, la poesía de Mallarmé, de Rimbaud, de Trakl, la palabra metafísica de Pessoa. Y por último Paul Celan, con el que finalizaría la “edad de los poetas”.
No es mi intención contradecir al pensador francés, pero es obvio que, antes y después de la “edad de los poetas”, ha habido muchos escritores que en sus poemas se han atrevido a hacer verdaderas revueltas lógicas. Me atrevo a presentar, sobre todo para los lectores españoles, a la poeta chilena Cecilia Palma como continuadora de esa línea en la que la poesía es un lugar de pensamiento. Cecilia Palma Jara  se adscribe ella misma a la que en Chile llaman generación NN, la generación de los “sobrevivientes” en el período  de la dictadura pinochetista. Y la crítica de su país la encuadra dentro de la poesía metafísica. Una poesía que poco tiene que ver con los llamados poetas metafísicos ingleses del siglo XVII (John Donne, George Herbert, Andrew Marvell…), cuyos versos se orientaban a captar más la razón que las emociones y de los que un personaje de una novela de Samuel Johnson dice peyorativamente: “La tarea de un poeta…es examinar no al individuo, sino la especie: observar propiedades generales y apariencias en grande. No enumera los pétalos del tulipán, ni describe los diferentes matices del verdor del bosque”.
En las antípodas de esta corriente lírica es donde se sitúa la poesía de Cecilia Palma, aunque sin desdeñar su preocupación por la conceptualización, por utilizar palabras e imágenes para penetrar en los insondables territorios del ser. No del ser metafísico, sino del ser existencial, el Dasein, esa entidad que cada uno de nosotros por si mismo es y que está aquí en el mundo, en el decir de Heidegger. “La postura que defino en mis textos -confiesa la poeta chilena- se relaciona con la intimidad del Ser enfrentado a si mismo y a lo que lo rodea”.
Su último poemario Vuelvo de Siberia esta tarde es una prueba de todo ello. Un poemario que, unido a sus obras anteriores (A pesar del azul, Asirme a tus hombros, Piano Bar) yergue un macrotexto envuelto en una gran hondura estética, conceptual, a veces distorsionado y críptico, porque ser poeta para Cecilia Palma es recoger la propia tradición y la del mundo entero y reelaborarlas.
Desde las profundidades pelágicas de nuestro tiempo, emerge pues la voz poética de Cecilia Palma para transmitirnos su imaginario, una operación de verdad, anticipación a miles de preguntas que se hospedan en cada uno de nosotros. Volver de Siberia -metonimia simbólica del destierro y de la muerte- y regresar al bullicio de la ciudad, a una nueva vida, sin perder de vista, no obstante, que la soledad no se ha diluido, “sigue acuñando / juicios y en las paredes / continúan multiplicándose / sombras de guiñoles huérfanos” (pagina 13). Siendo así mismo conscientes de nuestra indefensión, “sujetos a la orden de los vientos”. En  nuestra ruta como viajeros por el mundo, seguramente nos sobrevendrá la noche y es entonces cuando el amor (“el beso de los amantes”) nos mantendrá a flote sobre las turbias aguas que el puente no pudo salvar.
Pocos poemas, sin embargo, tan arraigados en la dimensión existencial como el XII y el XVII. En el primero de ellos, cimentado en una intertextualidad quizás inconsciente con Epicuro y Lucrecio (De rerum natura), la voz poética se interroga retóricamente sobre ese duelo, con final previsto, entre la vida y la muerte,  a la vez que apunta a un cierto materialismo (“la leve constancia del absoluto…está fuera de tu alcance cambiar el destino de las cosas”, página 25). El segundo, en cambio, incide con un acento trágico que recuerda las “Coplas” de Jorge Manrique, en la penuria solitaria y perecedera de nuestra existencia. Ciertamente con la poeta hemos de reconocer que llegamos de Siberia conociendo ya la sentencia de nuestra estirpe.
Los poemas que componen la segunda parte del libro (“El beso de Judas”), pensados y elaborados igualmente como operaciones de lenguaje y pensamiento, pero sin palabras vanas, sin cultismo, en una sucesión contenida, profundizan con la misma intensidad en la trama existencial, en las paradojas de la existencia humana. Poesía pues que amalgama pasión y pensamiento, que nos habla al corazón y a la cabeza. Esa gran verdad del mundo que repiten los poetas gallegos, remedio para nuestra época, porque la voz que nos embelesa, nos hace  a la vez meditar, salvándonos del tedio, de la facticidad del mundo.

Francisco Martínez Bouzas



Poemas de Vuelvo de Siberia esta tarde



              VI
“El muelle nos sujeta
como a pilotes
y las olas se abruman
bajo la noche
nos quedamos quietos
colgando
péndulos indefensos
sujetos a la orden de
los vientos
con irrefrenables deseos de saltar
y escabullirnos
desaparecernos asidos
a la espuma
o al hilo de un
volantín extraviado.”

            XII
“¿A qué se viene sino a
confirmar que
la existencia es
un duelo entre la vida y la
muerte
con un solo vencedor?
la leve constancia de
lo absoluto
la definitiva perversidad de
ese conocimiento
incrustado como un diamante en
una joya invaluable
que no puedes tocar ni comprar
está fuera de tu alcance
cambiar el destino de las cosas
así la maldición de
los pasos contados
de las horas respiradas
de una lengua húmeda y un
sistema perfecto en función
al toque final la
campana detendrá su
devaneo y la música será
historia.”




(Cecilia Palma, Vuelvo de Siberia esta tarde, páginas  18 y 25)

jueves, 23 de febrero de 2012

LA MALDICIÓN DEL AMOR PROHIBIDO

Que nos juzguen los perros, si pueden
Paul M. Marchand
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Editorial Anagrama, Barcelona, 159 páginas
(LIBROS DE FONDO)


 Si algo se capta con absoluta claridad en este libro valiente de Paul M. Marchand es que nada es estático. Que aunque la palabra maldita -Incesto- siempre sea  la misma, las prácticas humanas cambian a lo largo de la historia. En otra época habían sido Edipo y Antígona, Fedra e Hipólito. Ahora, en esta historia, presuntamente basada en hechos reales de  Que nos juzguen los perros si pueden, son Sarah y Benoît. Hija y padre que inician un amor desesperado, prohibido, marcado por el tabú del incesto, ya que Benoît es el padre biológico de Sarah, un padre desaparecido antes de que ella naciera. Un extraño título que esconde una novela de amor, en la que la protagonista femenina, Sarah, de dieciséis años, rememora meses de felicidad vividos junto a un hombre de treinta y ocho en un acto de amor valioso pero insólito y cuyo nombre es sinónimo de crimen y escándalo. Pero ¿qué importa el escándalo cuando el amor brota de forma tan natural, como piensa la protagonista?
Paul M. Marchand, ex corresponsal de guerra en Beirut y en la antigua Yugoslavia, escribe con este argumento un monólogo feroz y subversivo contra el tabú del incesto y lo hace sin complejos, acometiendo un tema complejo y escabroso del que logra salir airoso gracias a su habilidad como narrador y porque se ajusta a lo que de verdad le interesa: escribir una hermosa historia de amor, a pesar de que se trate de una pasión maldita. En efecto, a  continuación del rótulo de Jacques Brel (“Pero estos malheridos / con orgulloso duelo, / opinan que, si pueden / que los juzguen los perros”), Paul M. Marchand asume el gran desafío de contar, desde dentro de la piel de una mujer, una historia de amor pasional entre una adolescente y su padre biológico.
La protagonista narradora, residuo bastardo de un catorce de julio y crecida entre  mujeres, decide conocer por mera curiosidad a su progenitor. Y entre ellos surge un amor loco, desesperado. El amor prohibido al que sucumbirán a los pocos meses. Da comienzo entonces su vida clandestina: ella entera, arrogante, exclusiva en este su primer amor. Él, reservado, angustiado, cohibido.
El relato abre sus páginas con una escena de profundo simbolismo: Sarah  recoge con la punta de los dedos un poco de semen que le corre entre sus senos. Y lo admira con insultante lentitud como una floración perdida, auscultándose en aquella muestra esponjosa, examinando su génesis, el manantial de su nacimiento. Acto seguido, esta niña light -nada de padre desconocido o distraído- descifra sus orígenes hasta que se encuentra con “papá”. Desde ese momento deciden llamarse por sus nombres: Sarah y Benoît.
Y así empieza todo, como en cualquier historia de amor, con vértigos, con pérdidas del conocimiento, con rubores. Y sobre todo, con el sentimiento de culpabilidad en el progenitor, que terminará conduciéndolo al suicidio, pagando así el tributo por el crimen horrendo, como los antiguos transgresores: “No hay lugar par un hombre como yo, para nuestro amor, salvo el último, el definitivo, ese que se señala con un mármol blanco”.Es entonces cuando la novela se transforma en un monólogo feroz, en un alegato desinhibido contra el tabú del incesto. Esa regla especial de las relaciones de parentesco que quería Levi-Strauss y que es algo así como la puerta giratoria que abre el paso de la naturaleza a la cultura, y que George Bataille considera como una prohibición que tiene que ver con la generosidad e incluso con la espiritualidad. Los tabúes e inhibiciones que son para el autor sólo el miedo de la mayoría. Literatura vital y descarnada. Un grito que brota de las entrañas de una mujer enamorada y a la vez profundamente herida, pero hermosa y digna en la ira y en el desconsuelo. Un grito sobre un tema trasgresor pero vigente.
Sarah tiene  el convencimiento de que la relación con su padre, que en la actualidad parece anormal, se considerará algo anodino e el futuro. Nada le importan los tabúes y las inhibiciones, como repite una y otra vez. Tampoco hacen mella en ella el recurso a la naturaleza, porque la historia corre en sentido contrario a la naturaleza. Razón suficiente para que repita como en un ritual sus alegatos: “ Mañana, algún día, quizá dentro de mil días, un padre podrá amar a su hija con amor carnal sin que sea preciso que luego se muera...Dentro de mil días o pasado mañana, una hija podrá ser la amante de su padre sin tener que esconderse ni mentir. No tardarán en admitirse los amores voluntarios y compartidos entre padres e hijos e incluso en tolerarse”. Porque, Sarah, la protagonista de este  perturbador relato pasional está convencida de que las historias de amor, aunque puedan destruir a quien les da asilo, no le competen ni a la moral, ni a la justicia, ni a nadie. Sólo tienen que ver con dos pares de ojos.

Francisco Martínez Bouzas




Paul M. Marchand
                                         

                                      Fragmentos

Después del amor, en una época en la que ya no andábamos a vueltas con nuestras inhibiciones, tomé con la punta de los dedos un poco de semen, que me corría entre los pechos. Dejé que me resbalase entre la yema del índice y la del pulgar, como una nube descolgada del cielo. Estuve mucho rato admirándolo. Con insensible lentitud. Era algo curioso. Y muy suave también, una floración perdida. Me auscultaba en aquella esponjosa muestra…De aquí procedía yo en parte…Descendía de aquella sustancia lechosa, de aquella espuma viscosa y espesa que tanto placer me proporcionaba y cuya quemazón me gustaba notar en la piel, en el vientre, en la lengua”
                                               …..

“Algunas cosas se piensa que son imposibles y, cuando resulta que son factibles y se vuelven rutinarias, las miramos de arriba abajo con esa ridícula expresión de vuelta de todo…Nos pasamos miles de años mirando la luna y, un buen día, empezamos a volar…Hoy en día, los homosexuales se casan unos con otros, allá en California; dentro de nada podrán incluso adoptar hijos, o tenerlos. Hace veinte años esa expectativa pertenecía al terreno de la utopía o de la provocación…En la actualidad nuestra relación puede parecer anormal; pero te aseguro que más adelante parecerá anodina. Mi alegato duró mucho más tiempo del que se tarda en leerlo. Benoît lo escuchó con cara enternecida. Se limitó a decirme que era pesadísima, y también una ingenua. Y luego añadió: «Para todo el mundo seguiré siendo el tipo que se folla a su hija y eso no cambiará nunca…»
                                          …..

“No hay lugar para un hombre como yo, para nuestro amor, salvo el último, el definitivo, ese que se señala con el mármol blanco…Es un decir; quiero que me incineren…Dejarles la tierra a los vivos… Así empezaba su carta: fue un inicio duro. Menos que su suicidio mientras yo dormía”

(Paul M. Marchand, Que nos juzguen los perros, si pueden, páginas 17, 106-107, 129-130)

miércoles, 22 de febrero de 2012

NARRATIVA CONTAMINADA POR EL MAL DE LOS FILÓSOFOS

Conversación
Gonzalo Hidalgo Bayal
Tusquets Editores, Barcelona, 2011, 238 páginas.


Ciertas circunstancias extraliterarias pueden, sin duda, influir en la consolidación de una carrera como escritor. Una de ellas es el sello editorial. Gonzalo Hidalgo Bayal fue siempre un excelente narrador. Sus libros así lo demuestran. Pero el hecho de que sus primeros obras fueron publicadas por editoriales poco conocidas sumió a la producción literaria de este escritor en la penumbra, por no decir en la invisibilidad. Hasta que una editorial de primera línea como Tusquets Editores reeditó Paradoja del interventor y poco después Campo de amapolas blancas. En la actualidad Hidalgo Bayal es un autor fijo de la casa editorial barcelonesa, donde ha publicado El espíritu áspero y recientemente los relatos de esta colectánea que es Conversación. Mas Hidalgo Bayal fue siempre y sigue siendo el “insólito y excelente escritor”, apelativos con los que se le está promocionando ahora, pero merecidos desde siempre.
Atendiendo a su forma, Conversación se estructura en cinco relatos apoyados en el diálogo, en la conversación. Al lector lo pone tras la pista la definición de conversar que aparece en el Tesoro de la lengua española de Sebastián de Covarrubias, colocada en el frontispicio del libro. La razón narrativa, dialógica, gobierna pues el perfil de estos cinco relatos, sin excluir el último, “Reparación”, un soliloquio transitivo donde un anónimo yo protagonista enclaustrado y prisionero de rutinas, se dirige a un tú, su postrer interlocutor para hacerle partícipe de las peripecias del reparador.
En cambio, la sustancia de Conversación, su esencia diagética, está presidida por otra razón: la razón ética en algunos momentos, filosófica en general, que genera temas del vivir diario, empapados de reflexiones filosóficas y conflictos morales e intelectuales. Desde esas “raíces rotas” de los presocráticos que impregna el relato “Aquiles y la tortuga” hasta las reflexiones sobre el misterioso poder del lenguaje y ese interrogante abierto sobre la identificación entre literatura y verdad (“Hablo, como comprenderéis, desde el punto de vista literario, el único punto de vista en el que se sostienen las verdades”, página 91).
Pero no es el único relato contaminado por el mal de los filósofos (“una especie de fiebre o de locura que los griegos llamaban pantápasi manikós, página 70). La razón ética deja sentir su presencia en los cinco relatos. Está presente en el que inaugura el libro, “Kalé heméra”, un texto de hechura realista, cimentado en una sencilla trama de la aventura erótica en los años de juventud y que deja una huella en el protagonista, no de orgullo donjuanesco por la conquista, sino de compasión hacia una mujer indecisa entre la fidelidad matrimonial y el deseo de experimentar nuevas sensaciones. Así mismo en “Corzo”, un relato con el que Hidalgo Bayal retorna a la desabrida geografía de su novela El espíritu áspero (2009), que actúa como telón de fondo en una historia contada por duplicado con dos versiones o variantes distintas, lo que nos permite vislumbrar que las existencias humanas están condenadas a ser relatos con múltiples versiones, porque la palabra humana resulta casi siempre insuficiente para destripar el misterio del ser humano. “Monólogo del enemigo” es el cuento donde el escritor se viste de moralista -un moralismo exento tanto de didactismo como de maniqueísmo- para seducirnos con una profunda cavilación sobre el odio que es superior al ser humano.
Le pone el ramo al volumen otro relato impresionante, “Reparación”, repleto de enigmas, desnudo de los componentes canónicos del cuento e impregnado por un agobiante y claustrofóbico clima kafkiano, comunicado desde perspectivas casi imposibles, pero pleno de reflexiones sobre la naturaleza humana y las barreras de hombres y mujeres para comunicarse.
Textos, en definitiva, sumamente ricos en significado y connotaciones, rebosantes de trama, construidos con maestría, con narradores que son auténticos brujos equilibristas del lenguaje, un lenguaje que Hidalgo Bayal conjuga en una modulación clásica, realista y descriptiva, sin renunciar a ciertos artificios retóricos, basados en simetrías distribucionales, como los abundantes y arriesgados palíndromos, presentes en algunos de los relatos (“Saúl Olúas”, “Acaso los siervos obréis solos acá”, página 55). Escritura pues para paladares exquisitos que saben apreciar delicados manjares literarios.

Francisco Martínez Bouzas



Gonzalo Hidalgo Bayal


Fragmentos

“La mujer me acompañó hasta la puerta y me dio la mano. Es una pena, dijo, podíamos haber hablado de muchas cosas y estoy segura de que habría aprendido mucho griego. Insistí en que no se preocupara. Entonces, sin soltarme la mano, me dio un beso en la mejilla. Adiós, dijo. Proseguía sin soltar mi mano. Algo debió de cruzar de pronto por su mente, una luz fugaz, una ocurrencia traviesa. No sé. Entonces me miró y me dio otro beso, muy suave, con los ojos llorosos y el cuerpo estremecido. Yo me quedé inmóvil, perplejo, indeciso. Ven, dijo. Y, como quien es conducido con resignación al matadero, como quien se presta a un sacrificio inaplazable, caminó delante de mí, llevándome de la mano, hasta el dormitorio, donde entramos como dos adolescentes indefensos e  inofensivos. A las doce y media me dio la mano por tercera y última vez en la puerta de la casa. Si hubieras sido mi profesor de griego, esto no hubiese ocurrido, dijo. Y me pidió un favor: que lo recordara siempre y que nunca lo contara”
…..
“Así como sobre la columna decapitada no se sostiene hoy el templo, pero sí se sostiene la arquitectura occidental, así también una frase rota de Heráclito o Parménides no sostiene nada más que vagamente el pensamiento de sus autores, pero fundamenta los sólidos muros y el edificio entero del saber del mundo.”
…..
“No basta el odio para ser enemigos, dijo mirándonos serenamente desde la penumbra del local. No basta el odio, repitió. Acabábamos de asistir a la escena de una degradación,  a una humillación más pintoresca que cruel, en la oscuridad de media tarde de una pequeña cafetería lateral, pero todo lo que el hombre dijo, al principio, fue solo eso. Miró a su copa y pronunció despacio, con mansa tristeza, esa frase rotunda. No basta el odio para ser enemigos, no basta el odio.”
…..
“Siempre me ha gustado poner nombres a las cosas y a los acontecimientos, una especie de furor taxonómico que me acompaña y reconforta desde que me senté, años ha, en ese augusto sillón. La vida es ver pasar. Me digo. Para algunos, añado, como yo mismo. Para otros vivir es volver, como para el reparador. Que a unos nos toque luego ver y a otros volver, depende del azar, de los dados del destino, del malicioso arbitrio de los dioses. Volver o ver volver: de eso se trata y, no hay que darle más vueltas, eso es todo.”

(Gonzalo Hidalgo Bayal, Conversación, páginas 20-21, 66, 125, 173)

lunes, 20 de febrero de 2012

LA ESCRITURA TRANSGENÉRICA DE SERGIO CHEJFEC

Baroni: un viaje
Sergio Chejfec
Editorial Candaya, Les Gunyoles ( Avinyonet del Penedés) 2010, 191 páginas.

Confiesa Sergio Chejfec que para él la literatura fue un verdadero acto de voluntad. Sus orígenes familiares son polacos y judíos, pero el yiddish fue en su niñez una lengua fantasma, un muro que le impedía comunicarse con sus hermanos. Además en su familia no se leía. Pero decidió ser escritor, expresar mediante una lengua que no traicionara sus orígenes, lo que deseaba exponer. Y hoy en día se ha convertido en uno de los escritores más originales e innovadores de las letras latinoamericanas. Su literatura refleja en buna medida sus vivencias como emigrante: argentino de origen polaco, emigrante en Venezuela y asentado ahora en Nueva York. Y sus personajes comparten esa condición de perpetuo desplazamiento. Personajes flotantes que deambulan de un sitio a otro, caminantes. Su literatura es ajena al realismo, aunque las novelas que escribe ahora, al contrario de sus primeras creaciones, no están ancladas exclusivamente  en la ficción. Incorporan discursos no narrativos, tomados de los distintos saberes humanos, y con una fuerte presencia de objetos enigmáticos, sobre todo obras de arte, como si la realidad nos estuviera mirando. El vínculo con esos objetos es el motor de arranque de muchas de sus historias.
Baroni: un viaje comparte en buena medida estos postulados. Es ante todo una novela híbrida: ensayo, crónica, anotaciones diarias, testimonio, combinación de anécdota y experiencia. Novela, biografía, reflexión y diálogo con el arte y con los objetos artísticos. En este texto no hay ningún núcleo diegético; la historia es un desplazamiento y en ese viaje se concentra el relato. En el viaje y en un personaje: Baroni. Mas Baroni es un personaje vivo, real, una mujer, excéntrica artista popular en su ancianidad, talladora de imágenes policromadas, convertida en centro de la novela. Rafaela Baroni, una artista popular venezolana que habita los pedregales y hondonadas de Boconó, estado de Trujillo,  en las estribaciones andinas venezolanas. Talla figuras de madera con motivos religiosos, digiere mitos populares, es víctima de episodios de catalepsia, muere y resucita con cierta frecuencia, cura enfermos, lee el futuro de las personas, se casa de mentiras.
Rafaela Baroni, siendo joven, había huido de la casa de sus padres, después de abandonar a sus hijos de corta edad por temor a asesinarlos en uno de sus arrebatos de locura. Permaneció escondida en el cementerio de Boconó, durmiendo entre las tumbas porque, “con la muerte había establecido un vínculo más habitual de lo que cualquiera en Boconó pudiera suponer” (página 36). Y comienza a tallar figuras que Chejfec interpreta como rastros de su pasado. Tal es el caso de la figura de una mujer en la cruz: la juventud apagada, la feminidad cautiva, el cuerpo crucificado.
Pero la novela no se yergue sobre la peripecia existencial de la protagonista, sino sobre los pensamientos y cavilaciones del narrador ante lo que transmiten las figuras de Baroni: silencio pero también existencia, porque poseen esa engañosa capacidad de conferir vida. Sergio Chejfec sigue el rastro de esta mujer por los caminos de Venezuela, la observa también atentamente en sus tallas. La novela se convierte así en una suerte de incursión a las interioridades del ser de las personas y de sus obras.
El relato, como ya señalé, se concentra en el viaje por los caminos, ciudades y pueblos de Venezuela y en ese personaje singular al que mira, analiza y lo sitúa en los diversos tiempos de su estadía existencial.
Sergio Chejfec
Libro complejo y a la vez perturbador. Indigerible para aquellos paladares que se alimentan con banales aventuras y best – sellers. Pero, a la vez, narración profunda y vanguardista, sobre todo porque rompe con las fronteras genéricas. En sus páginas conviven la ficción, el ensayo, una suerte de bitácora de viajes e incluso análisis de obras de arte. La sola ficción, como confiesa el escritor, no sirve para entender los misterios del alma de un personaje tan singular como esta anciana que esculpe tallas policromadas, manifestaciones autónomas e incluso divergentes, de unas pocas existencias capaces de replicarse. Esto es Baroni: un viaje. Un periplo por pueblos y ciudades del altiplano venezolano, una poética del paisaje, un homenaje así mismo a poetas y a pintores raros y desconocidos, y sobre todo un encuentro con un personaje capaz de recuperar vida y cultora de la muerte.

Francisco Martínez Bouzas
El Santo Médico y mujer crucificada, escultura de Rafaela Baroni
                                          
                          

domingo, 19 de febrero de 2012

DICCIONARIO DE LITERATURA PARA ESNOBS

Diccionario de Literatura para Esnobs y (sobre todo) para los que no lo son
Fabrice Gaignault
Traducción de Wenceslao - Carlos Lozano
Ilustraciones de Sara Morante
Editorial Impedimenta, Madrid 2011, 250 páginas.
  
  
Impedimenta es uno de esos sellos editoriales agrupados, a efectos publicitarios, en el Grupo Contexto. Editoras a las que la actual crisis y deriva editorial han hecho surgir como una forma de resistencia frente al “libro único”. Su catálogo, aún no muy numeroso, es sin embargo variado y muy selecto. Recupera clásicos incontestables, “fabrica” clásicos  modernos y hace llegar al lector español obras de otras tradiciones literarias. Y sobre todo es sensible a la buena narrativa, también a la de la periferia española.
Con el diseño de Enrique Redel, Impedimenta inaugura 2011 con una nueva colección: “La Biblioteca del Pájaro Dodo” (del portugués “doudo”, lelo, bobo). Abre la colección un curioso libro: la traducción del Diccionario para Esnobs y (sobre todo) para los que no lo son de Fabrice Gaignault. Un glosario esencial, como reza el subtítulo, de lo más puntero de la Literatura.
Uno de los rasgos del esnobismo, como escribe el prologuista, José Carlos Llop, uno de los tres autores españoles que tienen entrada en este Diccionario, es la incomodidad, el recelo silencioso ante la vulgarización de escritores que empiezan a ser conocidos. Y la consecuencia es la inmediata expulsión de tales escritores  del coto privado de los lectores esnobs. Por consiguiente, lo que leen los esnobs, son las rarezas, lo más chic, para no contaminarse de la simple trivialidad de los lectores corrientes. Ellos forman el Club de los Happy Few. Leen y sueñan incluso con post -post-poesía. Esa es la razón por la que Enrique Vila-Matas aparece citado pero sin entrada: se supone que, pese a ser un autor de culto, para el público francés ya ha perdido su carácter de exquisito minoritario.
El Diccionario se inaugura con el catálogo de los libros odiados por los esnobs literarios. Y en esa relación encontramos, como es obvio, algunas de las obras cumbres de la narrativa del siglo XX, ya que justamente su fama las privó de ese carácter minoritario. A continuación, un desfile de la crème de la crème  de las letras. Los malditos, los fugitivos, los narradores errabundos, los dandis, los elitistas, los líricos psicópatas, los esotéricos y escritores sólo para iniciados, pero también los iconoclastas, los miembros de sectas literarias los y las que exhiben  su intimidad “como stajanovistas del sexo a mogollón” tal como reza la entrada de Catherine Millet. Todos ellos, indispensables para los lectores exquisitos. Tipos desconocidos en su gran mayoría para el gran público, a los que Fabrice Gaignault retrata entre un rosario de anécdotas, frecuentemente malvadas o define de forma perversa.
Fabrice Gaignault
Veamos, a modo de ejemplo, algunas de la credenciales de estos escritores y escritoras de la familia de los raros o exquisitos. Kathy Acker: “Escritora tatuada de rostro andrógino, adepta del bodybuilding, autora de una obra que mezcla pornografía, fragmentos autobiográficos y préstamos de textos ilustres (…), no vacilaba en copiar pasajes de obras maestras de la literatura universal, una actitud que le valdría ser tildada de pirata y que ella justificaba irónicamente explicando que, al fin y al cabo, copyright significa derecho a copiar” (página 30-31); William Burroughs: “Personaje inquietante con cara de enterrador psicópata, tocado con sombrero de gángster y  a menudo armado con pistola cargada” ( página 72 ; Marguerite Duras: “Hacendada (y escritora) francesa, famosa por haber alquilado durante varios años una mansarda al gran escritor español Enrique Vila – Matas. Solía llevar jersey con cuello vuelto” (página 100); Mitteleuropa: “Patria de escritores depresivos y suicidas (Kafka, Zweig, Roth, Trakl) muy dados a aborrecer una determinada bohemia forzosa” (página 162).
Y para los que no son esnobs, este Diccionario les suscitará los sabores de una novela de personajes curiosos y fascinantes novelistas, poetas, editores, aforistas, moralistas, charlatanes, alcohólicos, drogadictos… Y se divertirán porque Fabrice Gaignault  no pretende pontificar ni hacer didáctica. Inventa únicamente unos códigos “un poco más sutiles y refinados que la lectura de confesión al uso”

Francisco Martínez Bouzas


El  lector por Pierre. August Renoir