viernes, 3 de febrero de 2012

FRAY DIEGO LA MATINA Y LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

Muerte del inquisidor
Leonardo Sciascia
Traducción de Rossend Arqués
Tusquets Editores, Barcelona, 2011, 140 páginas.


La existencia de la Inquisición fue posible porque a su alrededor no hubo ningún tipo de fuerza mental, afirma Leonardo Sciascia, citando a Américo Castro. Y esa carencia de fuerza mental, el fundamentalismo talibán y el miedo en el que estuvo sumida la cristiandad, es lo que el lector percibe en este pequeño libro que forma parte del “romanzo-inchiesta”, la novela-reportaje, en este caso histórica, el camino que Sciascia emprendió en 1956 con Le parrocchie di Regalpetra. Leonardo Sciascia al que  se le ha calificado como  escritor “amarillo” porque ha aprovechado en alguna ocasión el esquema de la intriga para su investigación social, sigue siendo considerado, más de veinte años después de su muerte, uno de los grandes narradores europeos, con una obra marcada por su radical contestación de cualquier manifestación abusiva del poder. Lo hará en sus “novelas-investigación”, esas en las que, a juicio de Josep Fontana, “es capaz de elevar el relato de un crimen a página de historia”.
Múltiples libros salidos de la pluma del escritor siciliano, pero en realidad un solo macrotexto que gira, para decirlo con sus propias palabras, en torno a la historia de una continua derrota de la razón y de quienes se han visto afectados y destruidos por esa derrota. Una de las víctimas de la sin-razón fue su paisano Diego La Matina (1622-1658) quemado, en uno de esos atroces y alucinantes espectáculos, por la Santa Inquisición del reino de Sicilia.
El tema de la Inquisición de sus horrores, tan extravagantes como abominables, es recurrente en la obra de Sciascia Así, por ejemplo, esa alusión a las “bonitas hogueras de aquella época” del prólogo de Le parrocchie di Regalpetra, porque todo el fanatismo imaginable se halla  elevado a la máxima expresión en aquellos “bellos autos de fe”.
En Muerte del inquisidor Sciascia revisa el caso de Fray Diego La Matina, desde el momento en el que, en un acto de exasperación tras ser condenado una vez tras otra y sometido a horrendas torturas, mata al inquisidor Juan López de Cisneros, golpeándole con los grilletes que le maniataban, hasta el 17 de marzo de 1658, fecha en la que fue quemado en la hoguera por “hereje, apóstata, calumniador y parricida”.
Pero el verdadero hilo conductor que guía a Sciascia  en el estudio de toda la documentación disponible y a la hora de escribir esta aproximación al tema, es qué tipo de herejía hizo que Fray Diego se convirtiera en un recalcitrante que salía de la cárcel, volvía a caer en sus errores, abjuraba, volvía recaer, fue condenado a galeras y finalmente a la cárcel de por vida hasta que cometió el “parricidio” de quien era su padre dentro de la jerarquía eclesiástica. Sciascia mantiene que la única hipótesis sostenible es que Fray Diego fue detenido por un delito ambivalente: una acción que era a la vez herejía y quebrantamiento de las leyes ordinarias. El fraile predicaba sin duda y de forma contumaz lo que proclamó sobre la pira poco antes de expirar: que Dios era injusto. Lanzó esta acusación contra Dios a causa de su rebeldía contra la injusticia social, la iniquidad, la abusiva presión fiscal y la usurpación de bienes y de derechos por parte de los poderosos. Comenta el novelista que una herejía cuya base es la afirmación de que Dios es injusto no puede, y menos en el siglo XVII, tener muchos adeptos, sin embargo parece ser que Fray Diego logró tener prosélitos y esta era la gran preocupación del tribunal. Por eso concluye Sciascia que el error herético del fraile fue “plantear el problema de la justicia en una época absolutamente injusta”. Hereje pues pero no de la teología, sino de la injusticia social. En la Sicilia del siglo XVII en la que se acusaba de luteranismo a cualquier ciudadano indiferente para con la religión, tuvo lugar uno de las más atroces actos de intolerancia contra justicia social y contra la libertad de pensamiento. Leonardo Sciascia es su cronista en este libro en el que se conjuga el rigor de la investigación histórica con la pasión por aquellos personajes que son ejemplo vital de la rebeldía en pos de la libertad de conciencia y de la dignidad humana.

Francisco Martínez Bouzas





Leonardo Sciascia
 

Extractos

“Es  una de las más atroces y alucinantes escenas que nunca la intolerancia humana haya representado. Así como estos nueve hombres imbuidos de doctrina teológica y moral, que se desvivían en torno al condenado (pero de vez en cuando iban a comer a los aposentos del alcaide), perviven en la historia del deshonor humano, Diego La Matina afirma la dignidad y el honor del hombre, la fuerza del pensamiento, la firmeza de la voluntad y la victoria de la libertad” (…)
“Unos ‘bastasi’, o mozos, llevaron a fray Diego al centro de la escena, ‘tal como estaba atado a una silla’. El ruido de la muchedumbre cesó de golpe. ‘Fue increíble la atención de todos los presentes para escuchar sus sacrílegas perversidades y heréticas afirmaciones, que confirmaban claramente el carácter bellaco, obstinado y desvergonzado del reo’. Una imagen que nos conmueve y enorgullece en cuanto hombres libres y tardíos conciudadanos de fray Diego. Es indudable que en ese momento el condenado llevaba el bozal puesto, porque de lo contrario habría manifestado y gritado su desprecio para con el lector, el tribunal y los espectadores” (…)
“Un santo mártir. Pero nosotros hemos escrito estas páginas para dar otra imagen de él, para decir que era un hombre y que mantuvo alta la dignidad del hombre”

(Leonardo Sciascia, Muerte del inquisidor, páginas 80-81, 87, 117)

"EL TEMBLOR DEL HÉROE", PREMIO NADAL DE NOVELA 2012



El temblor del héroe
Álvaro Pombo
Ediciones Destino, Barcelona, 2012, 222 páginas.
(AVANCE EDITORIAL)

La eficacia, diligencia y buen hacer del Departamento de Prensa y Comunicación de Ediciones Destino (quiero mencionar  especialmente  a Alba Fité Navarro y a Cristina Castillón, dos de sus responsables), me permiten tener en mis manos, a  las pocas horas de su publicación, la novela de Álvaro Pombo, El temblor del héroe, Premio Nadal de Novela 2012, seguramente el más prestigioso de los convocados en España, a pesar de su relativamente modesta dotación económica. Lo avalan otras razones y merecimientos de indudable peso: es el más antiguo de los premios literarios españoles (concedido desde el año 1944) y, entre sus ganadores, figuran escritores, tanto de España como de Latinoamérica,de gran categoría literaria. En la actualidad, el Premio Nadal no tiene como objetivo descubrir nuevos valores, sino premiar figuras consagradas. Y figura consagrada es a todas luces Álvaro Pombo, que une su nombre al de los ganadores de los últimos años: Fernando Marías, Ángela Vallvey, Andrés Trapiello, Antonio Soler, Pedro Zarraluki, Eduardo Lago, Felipe Benítez Reyes, Francisco Casavella, Maruja Torres, Clara Sánchez, Alicia Giménez Bartlet.
Ocasiones habrá para volver sobre El temblor del héroe, una novela  sobre la cobardía y la indiferencia, y ofrecer mi personal valoración crítica sobre la última obra literaria de un escritor que hace de la improvisación una sorpresa y un juego lingüístico y que nos ha deleitado con piezas como El héroe de las mansardas de Mansard, Donde las mujeres, La fortuna de Matilda Turpin  o Una ventana al norte. Vaya por delante, por el momento, este avance editorial sobre El temblor del héroe.

Sinopsis:

“Román es un profesor universitario jubilado al que invade la nostalgia de los días luminosos de la pedagogía en que fascinaba a sus alumnos despertándoles el amor por el saber y ayudándoles a alcanzar una vida más noble y más alta.

Entre sus antiguos alumnos están Elena y Eugenio, una pareja de médicos a los que todavía trata y con los que ha establecido complejas relaciones en lo intelectual y en lo sentimental.

Por otra parte, halagado por el interés hacia su persona que demuestra un joven periodista, Héctor, permite que éste entre en su vida sin sospechar que el pasado torturado del nuevo personaje le atrapará en una situación en la que es incapaz de tomar decisiones, de comprometerse con el drama al que asiste.

Con una escritura tensa, vibrante, que deslumbra tanto por los hallazgos plásticos como por la indagación filosófica,
El temblor del héroe es a la vez un acto de fe en la literatura como territorio donde plantear los grandes asuntos: la confianza y la traición, la posibilidad de arrepentimiento, la culpa, la cobardía, el valor, el sentido de la existencia” (Presentación editorial).

El autor:


Álvaro Pombo  (Santander, 1933), es miembro de la Real Academia de la Lengua. Licenciado en Filosofía y Letras (Sección Filosofía) por la Universidad de Madrid y Bachelor of Arts en Filosofía (Birkbeck College, Londres). Es uno de los maestros indiscutibles de la literatura española de nuestros días. Además de sus libros de poesía (Variaciones y Protocolos 1973-2003 que recoge toda su obra poética) y de su antología de artículos periodísticos (Alrededores), su obra narrativa toca tanto la novela como el relato. En su haber como narrador figuran títulos como El héroe de las mansardas de Mansard (Premio Herralde de Novela 1983), El metro de platino iridiado (Premio de la Crítica 1990), Aparición del eterno femenino contado por S. M. el Rey, Donde las mujeres ( Premio Nacional de Narrativa y Premio Ciudad de Barcelona 1997), La cuadratura del círculo( Premio Fastenrath de la Real Academia Española 1999), El cielo raso (Premio de Novela José Manuel Lara Hernández 2001) , Una ventana al norte, Contra natura (Premio Salambó y Premio Ciudad de Barcelona 2005), La fortuna de Matilda Trurpin (Premio Planeta 2006), Aparición del eterno femenino contado por S.M. el Rey, Telepena de Celia Cecilia Villalobo, Virginia o el interior del mundo, La previa muerte del lugarteniente Aloof. Ha publicado así mismo colecciones de relatos: Relatos sobre la falta de sustancia y  Cuentos reciclados.

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Fragmento

“Hace frío esta tarde de noviembre. Huele  a cerrado en casa de Román. A través de un ventanal sin cortinas, viene una luz de escenario expresionista. Están sentados frente a frente con una mesa entre los dos. Sobre la mesa libros y papeles y un teléfono anticuado de baquelina negra. Los papeles, los folios, escritos a mano, dan la impresión de llevar ahí mucho tiempo. Esa mesa ordenada da la impresión de usarse poco últimamente. Hay en toda la estancia un orden frío, escénico, que no invita al diálogo. Tampoco invita al descanso. Recuerda los despachos departamentales de la facultad. Y las librerías de madera recuerdan las estanterías de la biblioteca de un departamento. No hay detalles personales. Es un lugar sin clase”
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“Es mediodía en ese Madrid de oficinas y ejecutivos gimnásticos. Un Madrid menos desconcertado por la crisis económica. Solo las muy buenas secretarias conservan sus puestos. Nekane ha conservado el suyo de sobra. Tiene una cara larga y vasca que enmarca eficazmente un pelo negro, como la cara de un caballo incierto. El canalillo que separa sus dos grandes senos vencidos, ostenta unas perlas de sudor y el final de una bisuta cara mexicana, un lapislázuli. Diez años mayor que Elena, siempre se han querido. Se han llevado bien. Se conocieron en el Madrid posmoderno, desvencijada ya la movida casi del todo. Se entendieron bien a la primera. Nekane dijo desde el primer momento: voy a ser tu puta madre, solo que mejor. Elena contestó: si vas a ser eso, no me vendrás mal. Mi madre, pobre, fue muy insuficiente. No por su culpa, desde luego, bastante tuvo con aguantarnos a todos y a mi padre. Con ella no podía hablar de mi misma ni de casi nada. Y dijo Nekane: pues conmigo hablarás más que una cotorra. Y más que tú, todavía, hablaré yo, juntas las dos cotorras, conversaciones de mujeres. ¡Eso son los chats y no la mierda de hoy en día, digital! ¡Nosotras inventamos los chats y ahora los tíos que se empalman mal medio nos copian!”

(Álvaro Pombo, El temblor del héroe, páginas 7, 25-26)