domingo, 25 de marzo de 2012

"TRISTANO MUERE" UNA ELEGÍA TRÁGICA EN EL FALLECIMIENTO DE ANTONIO TABUCCHI

Tristano muere
Antonio Tabucchi
Editorial Anagrama, Barcelona, 2004, 192 páginas.


Antonio Tabucchi (Vecchiano,1943-Lisboa 2012 ), profesor universitario de literatura portuguesa, ha sido conocido sobre todo por sus relatos, por sus novelas y también por su producción ensayística. Enamorado de la literatura portuguesa, hasta el punto de haberse nacionalizado portugués, traductor y comentador de Fernando Pessoa, Tabucchi ha recogido en su narrativa la tendencia del poeta portugués a multiplicar los planos de la realidad, a añadir constantemente nuevas presencias, a extender las situaciones hasta el punto de hacerlas inconmensurables.
Pero si ha habido un escritor versátil, éste es por antonomasia Antonio Tabucchi. Conocido sobre todo por Sostiene Pereira, el narrador italiano es mucho más que ese paréntesis de novelas fáciles, populares, epopeicas como la citada o La cabeza perdida de Damasceno Monteiro. Tabucchi es sobre todo el delicado y exigente refinamiento de Dama de Porto Pim, Nocturno hindú, Sueño de sueños & Los tres últimos días de Fernando Pessoa. Así como su novela epistolar, Se está haciendo cada vez más tarde y el monólogo desencantado de Tristano muere, seguramente su novela más ambiciosa y en la que el maestro italiano, el mejor escritor de su generación, trabajó doce años y que vio  la luz en la mayoría de las lenguas del mundo, incluidas las minoritarias. El mismo autor ha manifestado que Tristano muere es la novela de su vida, auque no le resultará fácil superar el éxito de Sostiene Pereira, con más de 200.000 ejemplares vendidos sólo en España. En ella, más que en ninguna otra, Tabucchi cultiva la tendencia a multiplicar los planos de la realidad representada, a añadir constantemente nuevas presencias, a ampliar las situaciones hasta el punto de hacerlas inconmensurables, prácticamente infinitas.
Diremos de manera esquemática que Tristano muere es la historia de un viejo partisano, un luchador antifascista que está muriendo en el último agosto del pasado siglo y hace acudir junto a su lecho a un escritor, que ya había escrito una versión novelada de sus vivencias, para transmitirle con el poder de la palabra, en la agonía, oprimido por la  gangrena  y con el ritmo cadencioso que la morfina le otorga a su voz, el equívoco cuadro de su vida, hecho de contradicciones, omisiones, dudas, falsos recuerdos, imaginaciones, deseos incumplidos. Un cuadro que puede ser visto como la biografía moral del siglo XX o, como confiesa el escritor, como la tarjeta de identidad donde se perciben las huellas digitales de la pasada centuria
Tristano esta agonizando en un agosto toscano, un agosto que parece que nunca va a terminar, entre el dolor y la canícula, pero en su interior existen muchas cosas de las que quiere liberarse. Muchas cosas que necesita contar y comprender y entender al recordarlas. Por eso convoca a este personaje, al que siempre llamará escritor y que nunca habla, no actúa como interlocutor. Está allí, a su lado como un fantasma para ser el fiduciario de unas palabras, de una larga confesión que será una especie de testamento en el que Tristano, al no tener nada que dejar, lega, como en la Edad Media sus llagas y heridas.
En la novela están presentes algunos de los grandes interrogantes merecedores de ser formulados en nuestro tiempo. El protagonista llega por ejemplo a preguntarse si, después de haber luchado por la democracia y por la libertad, mereció realmente la pena. En buena medida se siente amargado, escéptico y no halla respuestas. Cuando luchaba en las montañas, todo estaba claro. Ahora en cambio, todo es oscuridad. Ni siquiera queda claro y patente el sentido de la civilización occidental. Occidente, un faro de luz en una mano y una bomba atómica en la otra. ¿Mereció la pena haber combatido, haber matado para vernos inmersos en este frágil hoy, en esta alba del tercer milenio, construida de mil tragedias y falsos pasos adelante, hasta la irrupción del dios supremo, el  fuego eléctrico, el “tontintolín”, la nueva tiranía televisiva superior a cualquier clase de ismo? Inteligente, audaz y esclarecedora la forma como Tabucchi representa la crisis de la civilización occidental, de sus valores  e ideales, de sus principios morales.
Y la gran pregunta que palpita en toda la novela: ¿puede ser contada una vida? ¿O simplemente se vive y nada más? ¿Es la vida un juego de espejos? Seguir su rastro no resulta fácil ya que la vida no nos viene dada en orden alfabético. Se muestra un poco aquí y un poco allá, como migajas, y el gran problema es poderlas recoger. Algunas veces la pregunta adquiere tintes más radicales: ¿qué es la vida? Tristano no busca tanto el sentido de su vida como el de la vida en general, pero se encuentra con muros infranqueables porque la realidad se confunde con el sueño, lo que ha acontecido con los deseos. Y la vida, en definitiva, más que una suma de hechos, es una catarata de  preguntas sin respuesta, algo indecible.
Tristano muere tiene como subtítulo “Una vida”. Sin embargo la novela no es en ningún momento la crónica de una existencia. Al final del libro, lo que de Tristano sabemos, es muy poco y este poco se nos presenta confuso, recuerdos acuosos que se apoyan unos en otros. Sin embargo este profundo monólogo sobre lo indecible nos hará reflexionar sobre los meandros de la historia, esa historia que llega hasta nuestros días, en un viaje a través de la memoria, densa indagación sobre el sentido del heroísmo  y de la vileza en una cara a cara con la muerte.
Todo esto y mucho más es Tristano muere, un título que nos recuerda a Malone muere de Samuel Beckett y que Tabucchi quiere que se respete en las versiones a otras lenguas. Un título que rinde homenaje a Leopardi, al Tristano de las Operette Morali, una figura que observa el mundo con pesimismo y amargura. Y el empleo de un presente muy especial: elástico, dilatado. Un presente que dura un mes entero, que se prolonga para indicar que Tristano muere en cada página del libro, pero que sabe al final del mes de agosto que será definitivamente expulsado de la vida. Mientras tanto respira y habla reafirmando la superioridad de la palabra, de la voz sobre la tradición escrita. “De todo lo que somos, de todo lo que fuimos, quedan las palabras que hemos dicho...”
Novela compleja, dura, despiadada, de la que el lector sale  como mínimo perturbado y confuso, como el siglo que Tabucchi pretende contar, corroído también por la gangrena. Fragmentalismo, prosa selecta, novela -poema. El desarrollo del libro es dilatado, pero a la vez fragmentario. Lo que acontece lo hace a trechos, se detiene, se reinicia, se interrelaciona, se superpone. Una novela, pues, que se construye como un rompecabezas y emplea la técnica del monólogo interior de Joyce y del desdoblamiento de Pessoa. Una pieza de ficción muy alejada de los productos literarios de simple consumo, pero muy rica en todos sus planos, que funcionan como un juego de espejos, como retratos que son de la realidad y llega hasta nosotros como un monólogo desilusionado y formalmente muy fragmentado.

Francisco Martínez Bouzas
                                            
Antonio Tabucchi
                                                
                                             
                                                          
* Este texto, con leves variantes, fue publicado el día 9 de enero de 2005 en el suplemento  Gaceta Dominical del periódico El País de Cali Colombia. Hoy lo reproduzco en homenaje a Antonio Tabucchi, uno de los grandes referentes literarios de Europa, fallecido en este día en Lisboa a los 68 años de edad.