martes, 17 de julio de 2012

HISTORIAS DE SILENCIOS Y FANTASMAS

Hombres
Laurent Mauvignier
Editorial Anagrama, Barcelona 2011, 247 páginas.


La guerra colonial de Argelia (1954 -1962) fue durante mucho tiempo un asunto tabú en Francia. Un tema doloroso del que todavía hoy la gente rehúsa hablar. El trauma fue tan profundo que los sucesivos gobiernos franceses no han admitido hasta hace poco que se trató de una guerra de independencia. La literatura, con muy pocas excepciones, también se ha sumado al silencio. Una de esas contadas excepciones es Laurent Mauvignier. En todas sus novelas aparecen personajes que, directa o indirectamente, están relacionados con esa contienda colonial. Hombres es, sin embargo, la única dedicada de forma expresa y exclusiva a literaturizar ese conflicto bélico y colonial.
Y lo hace Mauvignier apoyándose en las vivencias de dos personajes principales, dos primos hermanos que, como soldados de reemplazo, son enviados a Argelia a combatir al FLN, la guerrilla independentista. Son ellos Rabut y Bernard. Ambos quedaron marcados por la crueldad y los horrores que presenciaron, cometidos por uno y otro bando. Señalados con las mismas marcas de la derrota y de las heridas del alma que laceró a los ex – combatientes norteamericanos en Vietnam  o en contiendas y aventuras bélicas más cercanas como la guerra del Golfo. El olvido forzado llegó a silenciar a los casi tres millones de jóvenes franceses que fueron enviados a la colonia a mantener el orden. Silenciados ellos y también los harkis, los argelinos musulmanes colaboracionistas y los pies negros, argelinos de origen europeo o judío, dejados a su suerte y a los horrores de la venganza tras los acuerdos de Evian que reconocían la independencia de Argelia. Al regresar a Francia, es como si Argelia no hubiese existido. Pero ellos han visto el terror en el rostro de los argelinos torturados o en los guripas, como el que encuentran degollado de madrugada con los genitales en la boca.
El acierto de Mauvinier ha sido el de haberles cedido la palabra a dos de esos antiguos combatientes, ahora sesentones, para hurgar, desde el pasado, en la “herida secreta”, como escribe Jean Genet en la cita que abre el libro.
Hombres narra veinticuatro horas en la vida de Bernard y de Rabut. Este último sobrelleva la existencia de una forma aparentemente normal. Su primo Bernard es, en cambio, un deshecho humano. Un episodio banal de tintes racistas abrirá los diques de los recuerdos. Recuerdos de la niñez y de la adolescencia. Y de pronto camino de Argelia, vestidos de soldados. Ya no serán más que el número de la chapa que cuelga de sus cuellos. Ahuyentan el miedo pensando en Verdún  y en que en Argelia hay burdeles. Se les ha inculcado que están en la colonia por algo que tiene que ver con un ideal, por un proyecto de civilización. Pero lo que allí encuentran es el horror, la más inhumana crueldad cometida por ambos bandos. Y remolinos de miedo a todas horas que Mauvignier metaforiza elocuentemente mediante la sed constante, el silencio y la soledad (“No está solo, están solos todos juntos”, página 111).
El título que rotula la novela, hace justicia a la idea central que sirve de hilo conductor del relato: son hombres los que matan y descuartizan al médico francés. Son hombres los que han visto el horror en el rostro de los argelinos torturados, arrojados al mar con una mole de cemento fraguado entre sus pies. Todo lo que en Argelia ocurrió lo hicieron hombres, hombres sin piedad que mataron a hachazos, abrieron el vientre  de las mujeres o degollaron con la “sonrisa cabilia”.

Laurent Mauvignier

Mauvignier entrelaza presente y pasado para explicar el hoy en función de lo acontecido antaño. Noveliza de forma muy verosímil este drama humano que marcó determinantemente  la historia de Francia en la segunda mitad del siglo XX. No rehúye los momentos de extrema crueldad y violencia, el naufragio moral, relatados sin embargo como en un esbozo, de forma oblicua. Y puesto que Argelia es un drama del que nunca se habla, el escritor echa mano del monólogo interior, en el que participa una polifonía de voces, entre las que sobresale la de Rabut, para reflejar de una forma intimista, fragmentada y con el ritornelo de múltiples repeticiones, la tortura, la humillación, el miedo que hiela la sangre de unos personajes que jamás encuentran la paz, porque el pasado despliega sus tentáculos hasta el presente y ya es demasiado tarde para comenzar a vivir. Sin embargo, la lectura de este libro “sobre la guerra que prosigue después de la guerra” no resulta ser una plácida diversión, porque el discurso salta de un personaje a otro, de un tiempo a otro, sin ningún aviso, especialmente  en las cien primeras páginas de la novela. Y sobre todo porque Laurent Mauvignier ha huido de la novela bélica al uso, evitando los personajes tópicos, para centrarse en las repercusiones psicológicas y emocionales que supuso aquel delirante derroche de horrores, ejecutados por hombres.

Francisco Martínez Bouzas