lunes, 19 de noviembre de 2012

ANA MARÍA SHUA, EQUILIBRISTA DE LA MINIFICCIÓN


Fenómenos del circo
Ana María Shua
Páginas de Espuma, Madrid, 2011, 190 páginas.



La consideran la reina del microrrelato y no falta quien la haya proclamado la emperatriz del género en un país como Argentina que engendró esta nueva categoría. No ya una modalidad del relato, sino un género independiente. Allí en Argentina y en general en América Latina están los reyes, los grandes de las pequeñas ficciones: Borges, Bioy Casares, Cortázar, Augusto Monterroso. Un género muy exigente que demanda un lector imaginativo, participativo y que hoy en día sigue teniendo en Latinoamérica su semillero privilegiado. El microcuento, que es sumamente exigente, tiene sus propias leyes que, en una minidefinición, Ana María Shua resume así: “un texto que contenga algún elemento narrativo y no más de veinticinco  líneas”. Pero, ojo, advierte la narradora: un mal narrador puede tener un momento de talento y hallar una frase genial. Mas la gran escritora argentina (poeta, novelista, autora de literatura infantil, guionista de cine) supera con creces la prueba del algodón de la minificción, no solo por sus cuatro libros anteriores de microrrelatos, sino, sobre todo, porque es capaz de mantener el aliento y fabricar, con aparente facilidad, cientos de frases geniales en un libro monotemático: todo es circo en los más de ciento treinta microcuentos que le dan forma y vida a este libro. Y la autora, la gran malabarista que consigue  hacernos ver el circo como una nueva metáfora de la vida, de las cientos y miles de acrobacias y piruetas existenciales que el ser humano es capaz de hacer para obtener el aplauso.
Pasemos pues y veamos / leamos esta fabulosa caterva de magos y magias que, entre el brillo de los oropeles, el humor, la ironía y grandes dosis de patetismo y melancolía, montan el circo de la vida. En el microcosmos del circo, podemos dirigir nuestra mirada al circo en su conjunto, a los oficios, a los freaks a los animales o contentarnos con perdernos en la fabulosa historia circense. Son las cinco  grandes secciones de una historia poco menos que infinita, en las que Ana María Shua estructura su libro, anclado entre la realidad, la investigación y la imaginación.
Tras su inauguración, se nos permite penetrar en las interioridades del circo: el circo soñado, el circo fantasma, al que nunca han limpiado con aserrín y viruta y donde el trapecista hace de mono amaestrado y los elefantes trabajan de acomodadores. Es un circo pobre, pero nos rodea, nos invade, se filtra por los intersticios en una función en la que el público es de piedra. Y después de poner nuestros pies en la arena de este circo, desfilan ante nuestros ojos los artistas con su perentoria necesidad de sorprender a los espectadores: los acróbatas que repiten siempre las mismas figuras y hasta hay un ganador, “un delicado artista húngaro…que sorprende al tribunal con un salto mortal fuera de la realidad, pero no consigue volver para recibir el premio” (página 44). Los tragasables que viven en una constante desventura: el público solo puede ver una parte de su número, pero alguno ha habido que se tragó a un espectador escéptico. Trapecistas que se plagian a si mismos  y, en busca de la originalidad, se lanzan por el aire sin red, sin cable de seguridad, sin trapecio. En los circos reales también actúan los freaks  a los que no les basta su deformidad para entretener al público. Precisan de una actuación en la que su monstruosidad se destaque y se supere y en el circo del minicuento también realizan su número. Al igual que los animales, a veces actores disfrazados u hombres amaestrados. Las historias del circo, unas un derroche de fantasía, otras que no dejan ningún resquicio para la imaginación (página 162), clausuran las minificciones de Ana María Shua, pero no el libro que se prolonga en un apéndice de datos fehacientes y comprobables de las personas mencionadas en los microrrelatos.
Este es el microcosmos del circo, plagado de trucos como la vida misma, que Ana María Shua ha logrado condensar, a pesar de su riqueza y proteica variedad, en un libro de buena literatura, la de la recompensa inmediata, gobernado, sin embargo, por exigentes leyes propias.

Francisco Martínez Bouzas





Ana María Shua



Crestomatía de Fenómenos del circo


Magia

“Un macho y una hembra de la misma especie (homo sapiens incluido) unen ciertas zonas de su cuerpo, aquellas por las que más se diferencian. En el interior del vientre de la hembra se fusionan a su vez el principio femenino con el masculino y de esa unión comienza a formarse un nuevo ser que nacerá en un tiempo variable de acuerdo con la especie: casi dos años en el caso de los elefantes, nueve meses en el caso de los seres humanos, mucho menos en los insectos. Exige paciencia porque es un número lento, pero resulta muy impresionante, sobre todo para los niños. Se conocen muchos de los procesos físico-químicos concomitantes, pero hasta ahora nadie ha logrado descubrir el truco, ni copiarlo”

Demostración

“Los trapecistas, los payasos, los contorsionistas, los acróbatas, los caballistas, los forzudos, exhiben alegremente sus habilidades. Pero los tragasables, que no pueden mostrar más que una parte de su número, se pasan la vida tratando de demostrar que la otra parte es auténtica. A los demás nos pasa lo mismo. Nuestra vida transcurre tratando de demostrar que no fingimos, que es realmente así, que nos tragamos la aguja de tejer, el bastón, los cuchillos, la espada hasta la empuñadura misma. A diferencia de los tragasables, todos sabemos que es un truco”.

Ventajas femeninas

Quién si no las mujeres, siempre dispuestas a doblarnos (los hombres son tan derechos), con nuestro estilo complicado y retorcido (los hombres son tan simples), con nuestras articulaciones laxas (las de los hombres son tan rígidas), quién si no las mujeres y las serpientes para contorsionistas, empecinadas en ese nudo obsceno, tentador, reprobable, que sin embargo non exigen, nos aplauden”

(Ana María Shua, Fenómenos del circo, páginas 65, 75, 88)