Fran Alonso
Traducción de Iolanda Mato
Pulp Books, Cangas do Morrazo, 2013, 119 páginas
Pulp Books, un sello de Rinoceronte Editora,
que apuesta por ofrecernos en español algunos de los títulos más representativos de la narrativa
gallega actual, recala esta vez en Fran Alonso, un escritor polifacético y muy
singular que frecuenta todos los géneros: periodismo cultural, lírica,
narrativa en formato corto, novela, literatura juvenil). Cementerio de elefantes (Cemiterio
de elefantes, 1994, en el original gallego) es la segunda aportación de
Fran Alonso en el terreno de la narrativa, después de haber ganado en 1991 el
Premio Blanco Amor con su novela Trailer.
Fran Alonso es sin duda uno de los autores que han aportado propuestas
innovadoras en las letras gallegas, como, por ejemplo, narrar en Trailer la vida de los camioneros
gallegos por las carreteras españolas y europeas sin ocultar su visión del
mundo. Algún estudio sobre la narrativa gallega de finales del pasado siglo ha
etiquetado a Fran Alonso como visitante ocasional de las corrientes de
narradores heterodoxos metaficcionales que reniegan de las categorías
narratológicas fundamentales, como las del narrador o del personaje, entre otras.
Cementerio
de elefantes es un viaje a la noche.
A la noche de una ciudad portuaria, dura y clandestina como Vigo. Un viaje
literario a las incontables náuseas de la noche, poblada de personajes
atípicos, verdaderos antihéroes, que se debaten entre el sueño, la frustración,
las extremas transgresiones. Son ellos personajes noctámbulos que hacen de la
noche su hábitat, engullidos por la nocturnidad en sus encuentros depresivos,
violentos o a veces sensuales y eróticos. Elefánticos en definitiva. Porque es
una fauna de elefantes la que puebla la noche viguesa, que se desplaza, sorda e
inexorable, hacia el amanecer.
Al compás de las horas, nueve relatos breves
recorren la urbe viguesa tras los pasos de esa fauna de elefantes. Son los
protagonistas de la noche: licenciados o doctorandos reconvertidos e
recogedores de basura; la cajera de un super que es víctima de un violador;
vagabundos engullidos por las sombras en sus entrañas depresivas; la campesina
del rural que inútilmente suplica que en la farmacia de guardia le vendan
Voltarén para curar a su cerdito; la brutalidad verbal y profesional del
dentista nocturno; periodistas desmotivados que deben llenar las ondas de
contenidos estúpidos; guerrilleros aluniceros de iglesias; drogatas que con
coca consuelan sus depresiones; insomnes incapaces de enfrentarse al día por
las mañanas, fracasados incluso en el sexo, esclavos de ansiolíticos; taxistas
estafados, piratas urbanos, vendedores de tabaco americano; prostitutas;
caducos macarras, violadores, vagabundos atrapados por la noche en sus extrañas
depresiones.
De nuevo, y como en Males de cabeza, prosas extremas, conmocionadas que ponen ante
nuestros ojos, de forma a veces vitriólica y estremecedora,, otras, sumamente
tierna, las punzantes brechas de la posmodernidad.. Motivos recurrentes en ese
ya gran macrotexto de Fran Alonso: la soledad, la incomunicación, el desengaño
y las mil llagas y miserias de nuestros días en los espacios urbanos. Fran
Alonso hace confluir a varios de sus elefantes nocturnos en un Refugio:
“Corazones Solitarios”, todo un símbolo, una metáfora de la noche viguesa, esa
noche que nos envejece a todos.
Narrados
en primera o tercera persona, punteados los relatos al hilo del paso de las
horas nocturnas, encadenando historias y personajes en una acertada y
fructífera intertextualidad con obras anteriores. Es el caso de Lino, camionero
en Trailer, o la mujer que trae cada
día el barco de Cangas y consume su s jornadas haciendo tortillas para los
obreros, que remite al poemario Tortillas
para os obreiros. Escritura necesariamente fragmentaria y sobriedad
narrativa que acrecienta el efecto sobrecogedor de estas historias. Altamente
recomendable pues este libro de Fran Alonso, sobre todo para aquellos que
quieran disfrutar en español de la estética del autor. Estética
comprometida, a la altura también de
nuestro tiempo. Estética de lo que somos y de lo que tenemos, reflejada a
través de estas historias tan hermosas como brutales y estremecedoras.
Francisco
Martínez Bouzas
Fran Alonso |
Fragmentos
“Traté
de acelerar el paso porque sentía frío en las piernas, pero aquella falda tan
ceñida no me dejaba caminar muy deprisa. Con el avance de la noche aumentaba el
frío y los vagabundos que dormían en los portarles de las casas o de los
comercios se cubrían con grandes cartones como queriendo amortiguar un poco su
desgracia. Viejas rodeadas de bolsas de basura, jóvenes solitarios con el
estigma de la heroína en los ojos ensangrentados, lúcidos personajes de
gabardinas amarillas que un día decidieron perder la cordura, hombres con la
botella de vino en las manos, todos personajes múltiples pertenecientes a una
extraña fauna nocturna que me mantenía tan horrorizada como maravillada. Las
noches en que acudo a visitar ami novio a la discoteca me recreo en ese paseo
solitario que tengo que realizar para retornar a casa. Disfruto de él porque me
mantiene expectante y hechizada dentro de esa moler en la que me he sumergido y
eso hace que sienta pasión por la noche.”
…..
“La noche nos hace viejos prematuros. A
todos. A los que estamos de este o de aquel ladote la barra, esa frontera que
afortunadamente nos separa y que yo recorro incansablemente durante toda la
jornada. Pero la noche nos gasta a todos, nos consume para envejecernos antes
de tiempo.”
…..
“Es la noche. Estoy acostumbrado a moverme
entre la fauna de los que se van sin pagar, de los jugadores de billar, de los
que piensan que ofreciéndole costo al camarero ya pueden ir de legales, de los
que levantan las copas donde pueden, de los que se encierran en los baños, de los que vienen a
controlarte y vuelven de madrugada -o por el día- para levantarte el equipo de
música, de los clientes habituales con derechos adquiridos, de los que, total,
solo viene una vez, de los que quieren abrir cuenta porque son de buena
familia, de los que vienen por la puerta a venderte dos botellas de wiski muy
baratas, de los que saben de todo y te lo quieren explicar, de los que invitan
a todo cristo, de los que salieron de casa sin dinero pero, ah, te ofrecen el
carné de identidad, de los colegas que aseguran estar también de este lado de
la barra.”
(Fran Alonso, Cementerio de elefantes, páginas 15, 59,62)
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